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El sexo de Luis Fernández


Llegó a la edad en la que el trajecito de galán empieza a quedarle estrecho a cualquier actor, aparte de que siempre se le antojó demasiado almidonado para los impulsos de su cuerpo inquieto sobre y fuera de las tablas. Muta en nuevos personajes: un locutor que ruboriza a las damas, actor de cine y un novelista revelación

José Ángel Tovar

La sola mención del nombre de Luis Fernández genera una serie de muy diversas reacciones, pero la más común es la curiosidad general y la de la curiosidad específica: ¿Acaso es bisexual?

La frescura de la mirada  y la ligereza de su sonrisa desaparecen con el desatino de la primera e incómoda interrogante de la entrevista que nutre estas lineas. El aire se torna espeso y la carcajada no disipa la mal disimulada contrariedad. Por alguna razón, la pregunta ha tocado algún nervio, alguna fibra, algún incómodo ritornello.

Sin haber desatado un escándalo como el video de Roxana Díaz o las apócrifas fotos eróticas de Norkys Batista que circularon en la red, la curiosidad por la sexualidad del galán alcanza un tono semejante.

En una reciente visita a Puerto La Cruz, a propósito del estreno de su película “Francisco de Miranda”, el actor aceptó hablar de su vida. Nada más lejos de un galán de telenovelas. En persona, Luis Fernández es un animal herido, vulnerable, agazapado tras una mirada incómoda, desconfiada y una sonrisa casi inexistente para el extraño, suerte de intruso de la cotidianidad.

Cabello desordenado, piel de duende y mirada profunda, ésa es apenas su primera versión; a lo largo de la conversación va adquiriendo y desechando diferentes pieles, colores y matices. Penetrar lo impenetrable, se hace tarea harto difícil cuando el contrincante sabe refugiarse en frases lapidarias, en el entorno de ojos almendrados y en el desdén bien administrado, nunca grosero. Asoma de manera cautelosa, algunos de sus verdaderos colores, pese a lo difícil que le resulta desprenderse del caleidoscopico personaje público.

Este hombre no es un galán, es un actor. Pero también sobreviviente del holocausto de sí mismo. Si se presta atención, se asiste a una sucesión de batallas aún por definirse.

Confiesa que un perfeccionismo y una exigencia extremos lo llevaron a la consulta psicológica a los 21 años. Su primera actuación protagónica en una telenovela implicó veinte horas diarias de trabajo y un exceso de exposición pública que sacaron a flote sus miedos, sus disfuncionalidades, tantas que necesitó ayuda profesional para recobrar las riendas.

Pero en la pantalla es otra cosa, ahí no hay inseguridades ni necesita ayuda, se les notan las tablas, el largo tránsito por el Grupo Teja y sus demonios personales. Ofrece una variedad de registros, matices y emociones que ningún galán de la escuela de Amalia Pérez Díaz podría ofrecer.
 
Habla poco de aquel niño que nació en Los Palos Grandes y que se negaba a correr durante los recreos en el Colegio Británico donde estudiaba. “Lo que más me sorprende de mi infancia es que la misma mente que tengo ahora es la que tenía cuando era niño. Es una cosa loquísima, pero me acuerdo de cosas que pensaba y me parece mi mente tiene la misma edad. Creo que nací de 40 años”.

Aclara con la modestia de rigor: “No es que yo sea superdotado, ni genial, ni nada; sólo que tenía consideraciones que sigo teniendo. Por ejemplo, siempre he tenido problemas para pertenecer a un equipo, a un grupo. Siempre pensaba: ¿qué sentido tiene que me obliguen a correr en el recreo? Odiaba el recreo porque me obligaban a correr. Es lo que me pasa hoy día con las normas”.

Definitivamente, tiene algo transgresor, pero también sorprenden sus apreciaciones, en ocasiones bastante convencionales como aquella que lo lleva a repetir en forma insistente y ante cualquier audiencia la anécdota acerca de su matrimonio con Mimí Lazo hace más de 10 años. "Mi papá me dijo: ahora lo que te queda es tener paciencia hasta que uno de los dos muera¨Y mi mamá furiosa, preguntó '¿paciencia a qué?". Sin duda la impronta familiar ha quedado y promete que pasará el testigo de ese precepto paterno a su hijo Alejandro.

Es arquitecto con una tesis realizada en Harvard, sin embargo, nunca ha ejercido. Su principal pasión, su vocación es sin duda la actuación aunque, a juzgar por sus incursiones literarias y como columnista de El Mundo, su vinculación con el arte no se agota en el histrión.

Con sencillez revela su ensimismamiento crónico hasta descubrir las tablas: "No hablé hasta los 16 años. Me construí un universo privado. Odiaba las cosas que normalmente le gustan a los niños. Me aburría enormemente".

Las tablas, en otro tiempo, le dieron el espacio perfecto para mostrar su verdadera esencia. A los 18 años ingresaba al Grupo Theja. De esa época hay quien recuerda su tránsito por el lado salvaje de la vida cuando su presencia era algo más longilinea. En el corrillo anónimo se comenta algún escándalo de alcoba que, practicamente, lo eyectó de una lujosa suite de algún hotel capitalino. Demasiadas imprecisiones rodean el episodio. Él recuerda una vulnerabilidad extrema de aquellos tiempos, una gran confusión. De nuevo salen a flote los cuestionamientos sobre su sexualidad, cuestionamientos que días después de la entrevista lo han mantenido dirigiendo una respuesta adicional que envía por correo electrónico:

"Me gustaría agradecerle al que me tituló de ese modo, una característica tan de primer mundo. Considerándola estos días me dije que, en todo caso, bisexual, lo que se dice bisexual sería, por ejemplo, Mick Jagger; yo, con suerte, llegaría a ser aquí un 'pobre marico". Definitivamente lo transgresor se mezcla con el animal herido que ha generado una piel muy gruesa que permite sobrevivir en un ambiente hostil y feroz, como es el mundo del espectáculo, cinismo mediante.

En todas partes

En las últimas semanas, parecería que Luis Fernández está en todas partes: en el periódico, en las librerías, en la radio, en la televisión, en el cine. Es como si, de pronto, hubiese descubierto que se le está acabando el tiempo y quisiese explorarse en todos los ámbitos posibles.

Asegura que le gustaría abandonar el rol de galán de telenovelas por retos mayores. Como si de un mantra se tratase habla de su necesidad de “sentirse vivo”. Hijo de Julían Fernández “profesor de golf por excelencia” y de Luisa Fernández, de quien aprecia su templanza, se dedica a ventilar todas sus inquietudes sobre la mujer venezolana en su programa radial.

No es, en estricto sentido, un programa de sexo aunque su nombre sea Sexo Sentido. Fernández se convierte en el cómplice y seductor de entrevistadas y oyentes, pero también confidente desenfadado que puede darle más de un tips a aquéllos que todavía creen que el galán acartonado está en uso.

Este ejercicio radial lo ha convertido en una especie de confidente de la mujer venezolana, de las públicas y famosas, y de las anónimas que lo escuchan. Su inquisitiva y larga exploración de la complejidad femenina lo convierte en un interlocutor que seduce pero no invade, que cuestiona sin agredir y, mejor aún, que muestra una empatía cómplice y sabrosa. "Es que la mujer venezolana parece que necesita de la silicona para existir", se lo dijo a Mirela Mendoza, a la que también aconsejó "saca la perrita del closet". Incluso, se da el lujo de reírse estruendosamente de sí mismo: "Berenice Gómez dijo que yo tenía cara de mariquito". Sobre la infidelidad, su postura es más que tradicional pero refrescantemente clara: "A los hombres lo único que nos preocupa es que no lo tengan más grande que el de nosotros".

Su fuerte, sin duda, es la empatía con el universo femenino. Universo en el cual domina de manera contundente Mimí Lazo, compañera y esposa que, según cuentan, lo complementa: "Cuando los ves juntos te das cuenta de que Mimí es el centro, pero no es una claudicación sino una decisión. Ella lo necesita más. Su manera de llamar la atención es el silencio". Proyectos teatrales, amigos, un niño... se necesita más que eso para permanecer con alguien por diez años. Ese testigo privilegiado dice convencido: "Sí, es amor".

Mimí Lazo gravita siempre a su alrededor. Está increíblemente presente en sus comentarios radiales, en sus declaraciones a la prensa, en sus columnas. Esa omnipresencia fue, durante mucho tiempo, un handicap en su imagen pública. Por muchos años solo se le conocía como "el esposo de Mimí Lazo". Ahora, asegura: "Por primera vez comienzo realmente a ser solo Luis Fernández y cada vez más Luis Fernández. Eso me gusta".

Así, volvemos al principio. A la curiosidad que genera en todo el mundo: ¿Acaso es bisexual?

“Yo soy como una jevita atrapada en el cuerpo de un galán de novela. En la medida en la que soy más yo, genero esas posiciones que soy complejo, genero simpatía o aversión y eso me gusta. Y si no tuviera la fama de bisexual, me gustaría generarla. O sea, que no te voy a aclarar la duda porque lo que hago en la cama eso si es tema de mi mujer y mío”, cerrada la discusión.

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