A primera vista parecía una abuelita: Con su cabellera blanca, sus lentes y un rostro sonriente. Hacía que uno se formara una imagen equivocada de su personalidad. Porque si algo estaba lejos de ser, era eso, una abuelita tierna.
Rebeca Lucena fue la primera autoridad del Núcleo Anzoátegui de la Universidad de Oriente (UDO) que cubrí como reportero. No puedo decir que fuimos amigos, porque la verdad nunca nos vimos en una situación distinta a la relación de periodista - fuente, pero sí era una de esas personas a las que daba gusto entrevistar y cuyo trabajo llegué a admirar.
En la UDO de Lucena los tiempos eran otros. No había esa cantidad de robos y desfiles de armas que actualmente ocurren como cosa normal, aunque sí tuvo que lidiar con la violencia y lo hizo sin miedo, como una "dura". Por eso digo que no era ninguna abuelita, aunque desconozco su trato hacia sus nietos.
Eran días en los que el gobernador de turno intentaba por todos los medios manejar la política puertas adentro de la universidad y para eso apoyaba a un grupo llamado "Los Mano Negra", a los que la decana nunca les temió.
En varias oportunidades fui testigo de esos choques. Una de las que más recuerdo, fue cómo después de verificar varios destrozos en la sede del Decanato, fue directamente al líder de los inadaptados y llena de furia le dijo: "eres un pobre malandro y yo te voy a sacar de la universidad". Así lo hizo, lo expulsó y aquello fue la declaratoria de guerra entre autoridades y los llamados "estudiantes de izquierda".
En otra oportunidad, producto de la conflictividad, habíamos acordado una entrevista para tratar el tema de la violencia que se vivía en el núcleo sin aparente razón, solo por política, porque siendo objetivos: el comedor funcionaba, el transporte también y las condiciones de la universidad eran, por mucho, mejores a las actuales.
A mitad de esa entrevista se escucharon unas detonaciones y un alboroto. La asistente de la Decana entró en la oficina y le comunicó que los estudiantes habían decidido secuestrarla. Ella - para mi gran sorpresa- ni se inmutó. Se agachó y sacó de su escritorio un brazo de cigarros Belmont, me lo mostró y con una sonrisa un poco cínica me dijo "y ahí tengo un poco de café, vamos a ver quién se cansa primero". Evidentemente, ella ganó.
Hoy me entero que ya no está entre nosotros, una noticia que realmente lamento, como lamento no haber podido conocer a la persona detrás de la Decana. Estuvo al frente del núcleo Anzoátegui desde el 2004 hasta el 2007 y estoy seguro que en ese tiempo se ganó la admiración de muchos de sus alumnos y colegas.
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